Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto
Pablo Neruda
Pablo GyC

En 1930 se casó con María Antonieta Haagenar Vogelzanz "Maruca". De la unión nació Malva Marina Trinidad, que murió en 1943, a los ocho años.
Se separó de Maruca en 1936 y se casó con Delia de Carril en México.

En 1966 se casa con Matilde Urrutia en una sencilla ceremonia civil y privada en su casa de Isla Negra, donde conserva sus particulares colecciones de caracolas y mascarones de proa.
Es “Miembro honorario” de la Academia Chilena de la Lengua. En la campaña presidencial el Partido Comunista lo elige pre-candidato, pero renuncia en favor de Salvador Allende como candidato único de la Unidad Popular, que triunfa en 1970. El 21 de octubre de 1971 recibe el premio nobel de literatura.

Algo de su prosa, que refleja quién fue y seguirá siendo:
“...mi poesía y mi vida han transcurrido como un río americano,... aceptó la pasión, desarrolló el misterio y se abrió paso entre los corazones del pueblo...me tocó padecer y luchar, amar y cantar... probé el gusto del pan y el de la sangre, ¿qué más quiere un poeta?...he vivido para mi poesía y mi poesía ha sustentado mis luchas... muchos premios he alcanzado, como mariposas de polen fugitivo... he llegado a ser poeta de mi pueblo... mi premio es ese momento cuando en el fondo de la mina, a pleno sol en la calichera abrasada, desde el socavón del pique ha subido un hombre como si ascendiera desde el infierno, con la cara transformada por el trabajo terrible, con los ojos enrojecidos por el polvo y, alargándome la mano endurecida, esa mano que lleva el mapa de la pampa en sus durezas y en sus arrugas, me ha dicho, con ojos brillantes: “te conocía desde hace mucho tiempo hermano”. Ese es mi premio... ese obrero a quien el viento y la noche y las estrellas de Chile le han dicho muchas veces: “no estás solo, hay un poeta que piensa en tus dolores”.
Algo de su poesía:
Cuerpo de mujer
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
Te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.
Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡Ah tu voz lenta y triste!
Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso.
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
Y la fatiga sigue y el dolor infinito.
Déjame sueltas las manos
Déjame sueltas las manos
y el corazón, déjame libre.
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo.
La pasión -sangre, fuego, besos-
me incendia a llamaradas trémulas.
Ay, tú no sabes lo que es esto
Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas
Es el incendio.
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros.
Déjame libres las manos
y el corazón, déjame libre
Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo,
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias,
acercamiento de lo imposible,
pero estás tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la tierra viniste
como yo para contenerte,
y desearte,
y recibirte
Poema XX
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos!
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla!
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque este sea el último dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.
Sobre México escribió mucho porque lo quiso mucho. Aquí algo de ello:
“México es una tierra de vasijas y cántaros y de frutas partidas bajo un enjambre de insectos. México es un campo infinito de magueyes de tinte azul acero y corona de espinas amarillas... Y no hay en América, ni tal vez en el planeta, país de mayor profundidad humana que México y sus hombres y mujeres.”